septiembre 30, 2014

Función del Esqueleto en el Desarrollo del Cerebro durante la Gestación



Una hormona del hueso se une a las neuronas para disminuir
la ansiedad y la depresión y potenciar el aprendizaje y la memoria


El hueso es un tejido vivo que constantemente se renueva. En la remodelación intervienen dos tipos de células: los osteoclastos se deshacen del hueso viejo y los osteoblastos lo reemplazan con nuevo tejido. Muchos factores pueden afectar este proceso continuo de remodelación y hacer que los huesos sean menos densos y más frágiles; entre ellos, la edad avanzada, la falta de exposición solar (fundamental para la producción de vitamina D, que ayuda a fijar el calcio), dieta baja en calcio o alta en sodio, (que incrementa la pérdida de calcio del cuerpo a través de la orina), el tabaco o la falta de ejercicio.

El esqueleto se comporta como un órgano endocrino capaz de regular los niveles de glucosa en sangre, el gasto energético o la fertilidad masculina. Lo hace por medio de una hormona llamada osteocalcina, producida por las células óseas.

Esta misma hormona es decisiva para el desarrollo del cerebro durante la gestación y posteriormente de algunas de sus importantes funciones, como la memoria y el aprendizaje.

Una investigación dirigida por Gerard Karsenty de Columbia University Medical Center en Nueva York y publicada en Cell en setiembre 2013, demuestra que esta hormona es fundamental durante el desarrollo embrionario para que el hipocampo, la sede del aprendizaje y la memoria, adquiera un tamaño adecuado.

Antes de que el embrión pueda sintetizarla, la osteocalcina materna atraviesa la placenta y evita la muerte neuronal en el feto.

Después del nacimiento, la osteocalcina, producida ahora por el esqueleto del neonato, sigue siendo decisiva. Capaz de atravesar la barrera hematoencefálica que aísla al cerebro, se une a las neuronas del tronco cerebral, el mesencéfalo y el hipocampo y produce cambios en la química cerebral, regulando la producción de neurotransmisores, lo que a su vez influye en los niveles de ansiedad y depresión, así como en la memoria y el aprendizaje.

El estudio buscaba en un primer momento una relación entre las hormonas generadas en los tejidos óseos y las producidas en los ovarios (estrógenos). Para asombro de los investigadores, sus experimentos con ratones transgénicos no arrojaron resultados en el caso de las hembras, como pretendían en un primer momento, pero sí en el de los machos.

Los ratones cuyas mutaciones les hacían tener más osteocalcina tenían más descendencia  y las crías eran de un tamaño ligeramente mayor  tras aparearse con hembras normales. Por el contrario, aquellos machos que tenían inhibida genéticamente la producción de la hormona acusaban más dificultades para fecundar a las hembras.

Descubrieron que los huesos controlan la reproducción, pero sólo en machos. En mujeres, la relación que se conoce es la contraria, el estrógeno afecta al hueso.

En un estudio anterior (2010), el equipo de Gerard Karsenty había demostrado que el cerebro es un potente inhibidor de la acumulación de masa ósea. Se planteó la pregunta de si el hueso enviaba también señales al cerebro para limitar esta influencia negativa. Y si esto era así, ¿qué señales usa y cómo funcionan? Una rara enfermedad ósea, denominada displasia cleidocraneal, hacía esta duda razonable. Esta patología que afecta a la clavícula y los huesos del cráneo a menudo se acompaña de déficits cognitivos y está relacionada con una mutación en un gen regulador de la osteocalcina.


Durante el embarazo la osteocalcina de la madre atraviesa la placenta y promueve la formación del hipocampo
y el desarrollo de la memoria y el aprendizaje espacial en el embrión. 
Después del nacimiento (derecha) la hormona
actúa sobre el cerebro y produce 
cambios en el nivel de neurotransmisores, lo que ayuda a prevenir la ansiedad y la depresión.


La mayor parte de esta hormona se incorpora al hueso, pero pequeñas cantidades se liberan a la sangre y pueden actuar sobre otros órganos, como el páncreas, incrementando la concentración de insulina.

Para determinar si actuaba también en el cerebro, Karsenty y su equipo trabajaron con ratones genéticamente diseñados para no producir esa hormona. Así demostraron que la osteocalcina atraviesa la barrera hematoencefálica y se une a las neuronas del tronco del cerebro, el mesencéfalo y el hipocampo. Además vieron que promueve el nacimiento de nuevas neuronas y aumenta la síntesis de varios neurotransmisores, incluyendo la serotonina, dopamina y otras catecolaminas. También vieron que los ratones sin ostecocalcina tenían un hipocampo anormalmente pequeño.

Pudieron comprobar también cómo la acción de esta hormona ósea sobre los neurotransmisores del cerebro se reflejaba en la conducta de los roedores. Los ratones que carecían de osteocalcina tenían mayores niveles de ansiedad y depresión que los ratones normales. Además tenían problemas de aprendizaje y memoria.

Esos cambios, apuntan los investigadores, recuerdan a los que se producen durante el envejecimiento y podrían deberse a la disminución de la osteocalcina con la edad. Un nuevo enfoque que podría aportar nuevas pistas para contrarrestar los efectos negativos del envejecimiento sobre la capacidad cognitiva, como la pérdida de memoria.

La osteocalcina actúa antes del nacimiento

El esqueleto materno influye
en la formación del hipocampo, la
sede de la memoria y el aprendizaje
Cuando a los ratones sin calcitonina se les suministraba esta hormona, su ansiedad y depresión se normalizaba, pero sorprendentemente no tenía efecto sobre los problemas de aprendizaje y memoria, ni sobre el tamaño del hipocampo. Nuevos experimentos demostraron que esta hormona actúa antes del nacimiento. Durante la gestación la calcitonina procedente de la madre atraviesa la placenta y llega hasta el feto para disminuir la muerte celular y promover así el adecuado desarrollo del hipocampo.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores modificaron genéticamente a los ratones para impedir la acción de la calcitonina después del nacimiento. Como era de esperar, los ratones se mostraban ansiosos y deprimidos, pero en este caso su hipocampo era normal, lo que significaba que la hormona tenía un papel decisivo antes del nacimiento. Para que no quedara duda alguna, inyectaron osteocalcina en ratas manipuladas que carecían de esta hormona, lo que permitió que el tamaño del hipocampo de las crías fuera el adecuado.

Este hallazgo llevado a cabo en ratones explicaría por qué las madres con problemas de nutrición tienen con mayor frecuencia bebés con trastornos metabólicos y psiquiátricos. La desnutrición disminuye la actividad de las células óseas; como resultado, las madres desnutridas tienen baja masa ósea, que afecta la producción de osteocalcina. Esto tiene relevancia clínica incluso hoy en día, en los países en desarrollo, donde la malnutrición materna es todavía común.


Hay una relación estrecha entre movimiento, cerebro, músculo, huesos y neurotransmisores

septiembre 22, 2014

Factores Ambientales y Autismo



Los factores ambientales contribuyen al desarrollo del autismo



Actualización : Diciembre 15, 2015

Las dos teorías más sólidas sobre la causa del autismo siempre se han basado en dos puntos principales: Factores Genéticos y Ambientales. Quizá la parte del origen genético tenía más peso. Aunque ciertamente ambas pueden ir de la mano, ya que determinados factores ambientales están directamente implicados en alteraciones genéticas.

Existe un gran interés sobre factores ambientales que contribuyan al riesgo de desarrollar autismo. Aunque un claro componente genético esté presente, se piensa que puede haber componentes del ambiente que influyan en esa propensión genética y su presencia, ocasional o continua, contribuya al desarrollo del autismo.


La contaminación del aire con partículas finas aumenta el riesgo de autismo

Según un estudio de la Escuela de Harvard de Salud Pública publicado en Environmental Health Perspectives en junio 2013, la exposición, sobre todo por parte de las mujeres embarazadas, a las partículas finas contaminantes en el aire  como el polvo o el humo  duplican el riesgo de que el niño cuando nazca sea autista.

Para su investigación, los expertos realizaron un análisis de la descendencia de las participantes del estudio “Nurses' Health Study II” con más de 116.000 enfermeras estadounidenses. Tras recabar datos sobre las localizaciones donde estuvieron durante sus embarazos, así como los datos de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de EEUU y de otras fuentes sobre los niveles de partículas finas de la contaminación atmosférica, identificaron a 245 niños que fueron diagnosticados con trastorno del espectro autista (TEA) y seleccionaron también un grupo de control de 1.522 niños sin TEA durante el período que duró el estudio.

Los científicos examinaron la relación entre la exposición a estos contaminantes del aire antes, durante y después del embarazo. Los resultados determinaron que la exposición a las partículas fue asociada a un aumento significativo del autismo durante el embarazo, pero no antes ni después. Además, el tercer trimestre fue sin duda alguna el período de más riesgo.

Los datos aportan un apoyo adicional importante para la hipótesis de que la exposición materna a la contaminación del aire contribuye al riesgo de los trastornos del espectro autista.

Según los investigadores, cuanto mayor sea la exposición a esta contaminación atmosférica, mayor es el riesgo. Se trata del primer estudio que ha analizado la relación entre las partículas del aire y el autismo.


Factores ambientales durante el embarazo

El estudio “Genetic Heritability and Shared Environmental Factors Among Twin Pairs With Autism, publicado el 4 de Julio 2011 en la versión electrónica de Archives of General Psychiatry, revela importantes datos para la comprensión de los orígenes de este trastorno.

Posiblemente éste sea el estudio de mayor alcance realizado hasta la fecha sobre gemelos, mellizos y autismo. Y una de sus conclusiones principales es la importancia del efecto ambiental durante el embarazo. En base a las conclusiones de este estudio se puede decir que en un determinado número de casos, las causas genéticas y ambientales son un binomio imprescindible en la aparición del autismo.

En este estudio realizado por un equipo de la Universidad de Stanford, tras una selección previa de 1.156 parejas de gemelos y mellizos, finalmente se seleccionaron a 192 parejas de hermanos gemelos y mellizos, donde al menos uno de ellos tenía un diagnóstico comprobado de autismo y que cumplían con todos los criterios de selección.

Los gemelos comparten el 100% de sus genes y los mellizos al menos un 50% de los mismos, los resultados de estos estudios ayudan a comprender las influencias, tanto genéticas como ambientales. Cuando un niño tiene autismo, la probabilidad de que su hermano gemelo tenga el mismo trastorno es de un 70%; entre hermanos mellizos, este porcentaje desciende al 35 %.

Los resultados sugieren que los factores ambientales, comunes a los gemelos y mellizos, explican alrededor del 55% de los casos de autismo. Aunque los factores genéticos también desempeñan un papel importante, son de una magnitud mucho menor que las estimaciones de estudios previos.


Los antidepresivos en el embarazo aumentan el riesgo de autismo en los niños

Una nueva investigación realizada por expertos de la Universidad de Montreal y el hospital infantil Sainte-Justine de Québec, publicada en la revista científica Jama Pediatrics en diciembre 2015, muestra una clara asociación entre la ingesta de antidepresivos durante el embarazo, y el riesgo de que los futuros bebés sufran autismo. Contrariamente algunos estudios anteriores concluían que no se apreciaba dicha relación.


Los antidepresivos en el embarazo, y concretamente durante el segundo y tercer trimestre, aumentan el riesgo de autismo en los niños hasta en un 87%. En el estudio se tomaron los datos de todos los embarazos de Quebec, desde el 1 de enero de 1998, hasta el 31 de diciembre de 2009, lo que supone un total de 145.456 partos a término de bebés nacidos vivos.

Se realizó un seguimiento a los niños desde su nacimiento y hasta que cumplieron los 10 años de edad, paralelamente también se obtuvieron datos de las madres que habían estado tomando antidepresivos, y se tuvo en cuenta otros factores que se asocian al autismo para poder brindar mayor rigor al estudio que tenía como objetivo examinar la relación entre los trastornos del espectro autista (TEA) y el uso de antidepresivos durante el embarazo, teniendo en cuenta el trimestre de exposición y la depresión que sufrían las madres.

Con respecto a los medicamentos que tomaron las madres y cuyos datos se obtuvieron a través del servicio de salud, se analizaron los fármacos que tomaron las mujeres 12 meses antes de quedarse embarazadas y durante todo el embarazo.

El riesgo es especialmente elevado cuando los antidepresivos consumidos son los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, los más habituales hoy en día en el mercado.

En los casos en que estos antidepresivos son consumidos en el segundo o tercer trimestre de gestación, el riesgo de diagnóstico de autismo a los siete años de edad casi se duplica.

En la investigación se detectó que 1.054 niños de la muestra total estudiada, fueron diagnosticados con autismo, en la mayoría de casos las madres de estos pequeños habían sido tratadas de la depresión con antidepresivos e inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina, compuesto que se utiliza como antidepresivo en trastornos de ansiedad, depresión, etc.

El uso de los inhibidores selectivos está asociado a una mayor tasa de abortos involuntarios, defectos de nacimiento, así como a otros problemas de salud en los recién nacidos, aunque la literatura médica sobre la seguridad de estos fármacos determina que algunos tipos son seguros. Los investigadores, indican que entre un 6 y un 10 % de las mujeres embarazadas consume antidepresivos.


Exposición a la polución atmosférica generada por el tránsito vehicular

Dos estudios publicados en Environmental Health Health Perspectives en 2011, realizados por Heather Volk y su grupo de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sur de California, son parte de una serie sobre aspectos ambientales y autismo.

Señalan un nuevo “culpable”, un factor de riesgo que ha aumentado en los últimos años y que encaja a priori con un mayor número de casos de autismo en el mundo moderno: la exposición a la polución atmosférica generada por el tráfico tanto durante el embarazo como en el primer año de vida del niño.

La contaminación del aire se ha relacionado con el estrés oxidativo y la inflamación de procesos biológicos de los que hay referencias que estarían afectados en el caso del autismo.

Por otro lado, hay trabajos previos que relacionan el autismo con exposición a arsénico, a níquel o a los componentes de los motores diesel presentes en el aire que respiramos.

En el primer trabajo publicado en 2011 se mapeaba la dirección de la madre indicada en el hospital en el momento del parto, con la presencia o no de autismo en el niño (304 casos con autismo y 259 sin autismo del programa CHARGE) y con la mayor o menor cercanía a autopistas y carreteras principales. Además, recogieron datos sobre la calidad del aire en cada zona analizada.

El resultado fue que el autismo era más frecuente en las madres que durante su embarazo vivían cerca de rutas de comunicación con un tráfico importante que en aquellas con domicilios más alejados del tráfico denso.

El segundo estudio de noviembre de 2012 incluyó 279 niños californianos con autismo y 245 niños del mismo estado sin autismo que sirvieron como controles, de entre 2 y 5 años. Se hicieron 3 niveles de contaminación: por encima de 32 partículas por mil millones (ppb); entre 32 y 10 y por debajo de 10.

Los resultados fueron que los niños con autismo tenían el doble de posibilidades de haber estado sujetos a los niveles máximos de polución atmosférica (>32 ppb) durante su desarrollo fetal y el triple de posibilidades de haber estado a ese alto grado de contaminación durante su primer año de vida postnatal que los niños sin autismo.

Los mayores riesgos era lo que se llama contaminación particulada, una mezcla de ácidos, metales, suelo en suspensión y polvo. El mismo grupo también ha visto una relación entre el riesgo de desarrollar autismo y el dióxido de nitrógeno, un gas que se produce en los tubos de escape de los vehículos.

Por lo que se sabe de estudios previos, la contaminación con gases (dióxido de carbono, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno) o con materia particulada está relacionada con nacimientos prematuros, con menor peso en los bebés y con mayor mortandad perinatal. Contaminantes específicos como el ozono, el dióxido de azufre, la materia particulada y el monóxido de carbono se han asociado también con diferencias significativas en el tamaño de la cabeza durante el embarazo y en el parto.

Este factor de riesgo es básicamente antrópico, es decir, causado por el hombre, por tanto, es algo que se debería tener en cuenta como un refuerzo para la normativa sobre emisiones en vehículos nuevos y usados.

La idea de los investigadores que han publicado este trabajo es que algunas sustancias contaminantes pueden interferir con el desarrollo cerebral pero que eso no demuestra que tras la exposición intensa a la contaminación se genere un autismo. El equipo de Volk señala que puede haber otros factores que expliquen esa asociación tales como la contaminación dentro del hogar o la exposición al humo del tabaco (fumadores pasivos).


Las causas del autismo serían genéticas y ambientales en la misma medida

Científicos del Instituto Karolinska de Suecia aseguran que los factores ambientales podrían ser más importantes de lo que se pensaba en la aparición del autismo, según los resultados de un estudio publicado en el Journal of the American Medical Association en mayo 2014.

En concreto, el trabajo sugiere que la herencia genética tiene la mitad de la responsabilidad de la aparición del trastorno, mientras que el otro 50 por ciento del riesgo podría depender de otros factores externos, no analizados por el estudio, que podrían incluir según sus autores el nivel socioeconómico del hogar, complicaciones en el parto, infecciones padecidas por la madre y el consumo de drogas antes y durante el embarazo.

Los resultados provienen del análisis de los datos de más de dos millones de personas en Suecia entre 1982 y 2006, el mayor estudio realizado hasta el momento sobre los orígenes genéticos del autismo, que afecta a cerca de una de cada 100 personas en el mundo.


Toxinas ambientales relacionadas con el aumento en el autismo

Cada vez más investigaciones indican que los trastornos cerebrales son el resultado de la exposición excesiva a las toxinas de diferentes fuentes, incluyendo a la madre mientras el bebé está en útero.

Un estudio realizado en el 2005 por el Environmental Working Group (EWG) encontró que las muestras de sangre de los recién nacidos contenía un promedio de 287 toxinas. De éstas, 180 eran conocidas por causar cáncer en humanos y animales, 217 son tóxicas para el cerebro y el sistema nervioso y 208 por causar defectos de nacimiento o desarrollo anormal en pruebas en animales.


Malformaciones genitales y autismo resultan de una exposición a toxinas

Un estudio realizado por la universidad de Chicago, publicado en la revista PLOS Computational Biology en marzo 2014, encontró que cada aumento de uno por ciento en las malformaciones genitales en los niños recién nacidos dentro de un condado en particular estaba relacionado con un aumento de 283 por ciento en la tasa de autismo.

De acuerdo con los investigadores, las malformaciones genitales como el micropene, la criptorquidia e hipospadias (cuando se forma la uretra en la cara inferior del pene) son signos de exposición a toxinas dañinas. Y la correlación entre la malformacción genital y el autismo a su vez respalda la noción de que el autismo es el resultado de la exposición excesiva de los padres a toxinas ambientales.


El parto inducido o estimulado no aumenta el riesgo de desorden del espectro del autismo

Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de las Ciencias de la Salud de Utah presentado en febrero de 2015 en la reunión anual de la Society for Maternal-Fetal Medicine (San Diego), encontró que el parto inducido o aumentado no da lugar a un riesgo creciente de niños que desarrollan desorden del espectro del autismo (ASD).


Aunque investigaciones anteriores sugerían la existencia de un vínculo entre la inducción o estimulación  del parto y el ASD en la niñez, esta colaboración entre obstetras, ginecólogos y siquiatras constata que el trabajo inducido o estimulado no aumenta el riesgo de autismo.

El estudio evaluó la asociación de ASD en más de 150.000 nacimientos de Utah que ocurrieron entre 1998 y 2006. Los investigadores compararon a 2.547 niños con ASD a 166.283 niños sin ASD.

Los niños expuestos a la inducción o al aumento de trabajo no tenían una probabilidad creciente de ASD, incluso después de ajustar factores importantes tales como el estatus socioeconómico, la salud maternal, las acciones relacionadas con el embarazo, las patologías maternales, el género y año de nacimiento del niño.

La inducción y el aumento del trabajo es una estrategia importante para disminuir en algunas situaciones el riesgo para la madre y el bebé en situaciones, este estudio tranquiliza pacientes y a médicos sobre el riesgo preciso de ASD.
 

Sustancias químicas culpables del daño cerebral

Investigadores de Salud Pública de Harvard y de la Facultad de medicina del Monte Sinaí publicaron en la revista Environmental Health Perspectives en marzo 2014 un estudio en donde identificaron una docena de sustancias químicas comunes conocidas por alterar el desarrollo cerebral y causar daño cerebral, anormalidades neurológicas, reducción del QI y agresividad en niños.

* Plomo : gasolina, pintura, juguetes, pilas, tubos, cerámica, materiales para techos, cosméticos.

* Metilmercurio : mercurio orgánico que se encuentra principalmente en el pescado.

* Bisfenilos policlorados (PCBs) : pescado, especialmente en el pescado de granjas o piscifactoría.

* Arsénico : un contaminante común en el fluoruro contenido en los suministros de agua. También se encuentra en los conservadores de madera y pesticidas.

* Tolueno : disolvente de pintura, esmalte para uñas y curtido de pieles.

* Manganeso : agua potable y fórmula infantil de soya.

* Fluoruro : agua fluorada, productos dentales, algunos antibióticos y medicinas, té, alimentos procesados y bebidas.

* Cloropirifos : un órgano fosforado utilizado en contenedores de cebo de plagas.

* Diclorodifeniltricloroetano (DDT) : un pesticida prohibido en 1972 que sigue estando en el medio ambiente, incluyendo la cadena alimenticia.

* Tetracloroetileno (PERC) : tejidos de limpieza en seco, operaciones de desengrase de metales.

* Difenil éteres polibromados (PBDEs) : sustancias químicas retardantes de llamas que se encuentran en la tapicería, colchones, ropa, televisión y carcasas de computadora.

Los autores piden la implementación de estrategias preventivas que ayuden a acabar con la tendencia de daño cerebral, señalando que sigue existiendo otros neurotóxicos sin descubrir. Para controlar la pandemia de la neurotoxicidad en el desarrollo, proponen estrategias globales de prevención. Las sustancias químicas que no han sido probadas no deben ser promovidas como seguras para el desarrollo cerebral y por lo tanto las sustancias químicas utilizadas, así como todas la nuevas deben ser probadas para la neurotoxicidad.

Para coordinar estos esfuerzos y acelerar la traducción de la ciencia en la prevención, proponen fa formación de un nuevo centro de intercambio internacional.


Otros factores ambientales que probablemente contribuyen con el autismo

Además de la exposición excesiva a las toxinas ambientales, existe otra variedad de factores que también contribuyen en el aumento de los trastornos autistas.

Disibiosis intestinal

Especialmente en combinación con vacunas y sus aditivos como mercurio (timerosal), aluminio y otros, que son conocidos por dañar la mitocondria  las fuentes de energía de las células del cerebro que producen energía . El sistema gastrointestinal por lo general es conocido como el "segundo cerebro", y contiene unas 100 millones de neuronas, más que la médula espinal o el sistema nervioso periférico.

La investigación de la Dra. Natasha Campbell-McBride demuestra que los niños que nacen con una flora intestinal severamente dañada tienen un aumento significativo de daño por vacunas, lo que podría ayudar a explicar por qué algunos niños desarrollan síntomas de autismo después de recibir una o más vacunas en la infancia mientras que otros no.

La enfermedad tendría una causa orgánica en la microbiota, estos millones y millones de bacterias que habitan en los intestinos. Las infecciones bacterianas pueden producir neurotoxinas capaces de ganar el cerebro para causar daños neurológicos, contribuyendo a la aparición de autismo en los niños.

Deficiencia de vitamina D

La relación entre la deficiencia de vitamina D en mujeres embarazadas y un aumento en el autismo ha sido destacado por el Dr. John Cannell. Los receptores de vitamina D aparecen en una amplia variedad de tejidos cerebrales en el desarrollo fetal y los receptores de vitamina D activos aumentan el crecimiento del nervio en el cerebro. La deficiencia de vitamina D durante el embarazo es una de las causas principales del autismo, especialmente si se considera que la vitamina D ayuda en la desintoxicación del mercurio. Sin cantidades suficientes de vitamina D, cualquier daño tóxico  independientemente de la fuente  será mayor.

Radiación electromagnética (EMR)

De los teléfonos celulares, torres de teléfonos, dispositivos WiFi, que pueden atrapar metales pesados en el interior de las células nerviosas y desactivar el proceso de desintoxicación natural.

Toxinas microbianas

Como el moho. Los niños con autismo no sólo se ven afectados por las vías de desintoxicación y la toxicidad de los metales pesados, sino que de acuerdo con el Dr. Klinghardt, sus cuerpos con frecuencia se ven afectados por los microorganismos tóxicos.


Como limitar la exposición a las sustancias químicas

La mayoría de las personas están siendo expuestas a muchas sustancias químicas tóxicas. El resultado es evidente, ya que los trastornos cerebrales tanto en jóvenes como en personas de edad avanzada van en aumento, sin mencionar que personas de todas las edades están desarrollando enfermedades crónicas de todo tipo. Si se quiere proteger la salud, lo mejor es estar al pendiente de las sustancias químicas con las que se está en contacto todos los días y esto ciertamente incluye los alimentos que se consumen.

Los alimentos enteros, cultivados orgánicamente y biodinámicos son la clave del éxito y cuando se come bien, se optimiza el proceso de desintoxicación natural del cuerpo, lo que ayuda a eliminar toxinas que el cuerpo absorbe de otras fuentes.

Aquí una docena de recomendaciones que ayudarán a limitar la exposición a sustancias tóxicas. Es aún más importante si la persona está embarazada o planea embarazarse, dado  que la carga tóxica es transferida al bebé.

1. Comprar alimentos orgánicos siempre que sea posible para reducir la exposición a sustancias químicas agrícolas. Comer la mayoría de los alimentos frescos y crudos, alejarse de los alimentos procesados y empacados de todo tipo. De esta forma se evitará automáticamente los aditivos artificiales, incluyendo endulzantes artificiales dañinos, colorantes de alimentos.

2. En lugar de comer pescado de criadero o piscifactoría, que por lo general está muy contaminado con PCBs y mercurio, suplementarse con aceite de krill de alta calidad o consumir pescado silvestre y que haya sido probado para determinar su pureza.

3. Almacenar los alimentos y bebidas en contenedores de vidrio y no de plástico, evitar utilizar bolsas de plástico y alimentos enlatados (que por lo general contienen BPA).

4. Analizar el agua y si encuentra contaminantes, instalar un filtro adecuado en todos los grifos (incluyendo las regaderas y tina del baño o bañera).

5. Utilizar productos de limpieza naturales en el hogar.

6. Comprar marcas naturales de productos para el baño como el champú, pasta de dientes, antitranspirantes o desodorantes y cosméticos. El Environmental Working Group tiene una excelente base de datos en la que se puede encontrar los productos de cuidado personal que son libres de ftalatos y otras sustancias químicas dañinas.

7. Evitar utilizar aromatizantes artificiales, toallas  para la secadora y otras fragancias sintéticas.

8. Remplazar las ollas y sartenes antiadherentes con utensilios de cerámica.

9. Cuando se remodele el hogar utilizar alternativas ecológicas "libres de toxinas" en lugar  de pintura regular y revestimientos para pisos de vinilo.

10. Remplazar las cortinas de plástico por unas de tela o instalar una puerta de vidrio. Las mayoría de los plásticos flexibles como las cortinas de baño, contienen plastificantes peligrosos como ftalatos.

11. Limitar el uso de medicamentos (de prescripción o de venta libre) lo más que se pueda. Los medicamentos también son sustancias químicas y dejan residuos que se acumulan con el tiempo.

12. Evitar utilizar pesticidas en el hogar o repelentes de insectos que contienen DEET. Hay alternativas naturales, seguras y efectivas que se pueden utilizar.


Contaminación, insecticidas, metales pesados, tabaco... Todos estos elementos son parte integral de nuestra vida cotidiana y pueden desencadenar el autismo en los niños. Sin duda un gen los predispone. Pero los experimentos han mostrado que la exposición durante varias generaciones a estos agentes es la fuente de un aumento significativo de casos.