mayo 14, 2018

Proceso del Cerebro para Aprender a Leer




La “caja de las letras” nace vacía y se forma cuando el niño empieza a leer


Nuestro cerebro no está cableado para leer. La lengua escrita es un invento. Si los estudiantes no comprenden lo que leen, es  poco lo que se puede hacer para mejorar su desempeño en el resto de áreas del conocimiento como las matemáticas, las ciencias naturales y sociales. Los estudiantes tienen que aprender a leer bien para después poder leer para aprender.

La lengua escrita es una invención más o menos reciente que, básicamente, consiste en la transcripción codificada, aunque imprecisa, de nuestro lenguaje oral. Y no es sólo un invento nuevo; es un invento que pocas civilizaciones lograron. Aunque todos los grupos humanos tienen un lenguaje oral, solo unos pocos lograron codificarlo en un sistema escrito (unos 200 de unos 6.000 lenguajes). La evidencia arqueológica muestra que los primeros en lograrlo fueron los Sumerios y, luego, los Egipcios y los Babilonios. En las Américas, la única cultura precolombina que desarrolló un sistema escrito completo fue la de los Mayas.

Aprender a leer no sólo crea nuevas conexiones neuronales entre sistemas existentes en el cerebro del niño sino que también produce una auténtica reorganización del cerebro.
El reconocimiento visual que usamos para leer las letras es el mismo que nos permite reconocer objetos o caras prácticamente desde que nacemos. Está demostrado que conforme aprendemos a reconocer visualmente las letras perdemos capacidad de reconocer objetos o caras y que además el sistema que permite el reconocimiento de caras se mueve del hemisferio izquierdo al derecho. Por lo tanto, se produce una auténtica reorganización del cerebro del niño que esta aprendiendo a leer.


En el hemisferio izquierdo del cerebro  donde tiene lugar toda la actividad cerebral relacionada con el lenguaje y la lectura  el niño pre-lector ya tiene un sistema de reconocimiento visual bastante sofisticado (en el gráfico en color violeta). Desde que empezó a hablar también ha ido desarrollando un sistema que le permite reconocer los fonemas y sonidos de la lengua hablada (que se ubicaría en la zona señalada en amarillo en el gráfico) y otro que le permite desentrañar los significados de las palabras de la lengua oral (cuya ubicación aparece representada en verde).


Al aprender a leer el niño crea una interfaz o conexiones neuronales (en color rojo) que le permiten unir las letras que reconoce visualmente con los sonidos de la lengua hablada que ya posee y que a su vez le ayudarán a desentrañar los significados de las palabras.

Más adelante, cuando el niño adquiera soltura lectora, podrá asociar directamente las letras escritas con los significados sin tener que pasar por el sonido.

Por lo tanto el aprender a leer requiere especializar el sistema visual para reconocer la forma de las letras y conectarlas con los sonidos de la lengua hablada que el niño ya conoce.

Y desde que aprendió a hablar, esos sonidos a su vez el niño ya los tiene conectados con los significados y al cabo de un tiempo estará en disposición de establecer conexiones neuronales directas entre significados y letras escritas. De todo ello podemos deducir que el correcto desarrollo del lenguaje oral es esencial en el aprendizaje de la lectura.


Reciclaje neuronal

Según Stanislas Dehaene, neurocientífico cognitivo del Collège de France, el reciclaje neuronal consiste en un proceso mediante el cual amplias áreas de nuestro cerebro comienzan a realizar funciones para las cuales no evolucionaron. Nuestro cerebro, al nacer, no cuenta con áreas o circuitos neuronales específicamente dedicados a la lectura; aprender a leer altera la arquitectura cerebral y genera nuevas conexiones en áreas que, antes del aprendizaje de esta nueva habilidad, no se comunicaban.

El cerebro utiliza un complejo entramado de circuitos para leer, ubicados en su mayoría en el hemisferio izquierdo. El proceso de lectura comienza en el lóbulo occipital, área encargada  de reconocer los estímulos visuales, como las caras y las formas. Allí se dan los primeros grandes cambios neuronales, pues la corteza visual se especializa aún más y se vuelve más precisa para poder reconocer las letras.

La “caja de las letras”

La información visual continúa luego a un área denominada “la caja de las letras”, en la que se concentra el conocimiento de las letras aprendidas. De este punto el estímulo viaja a, cuando menos, dos redes neuronales: una que va al significado de la palabra, y otra a la pronunciación y la articulación. Leer consiste en reconocer las letras y como se combinan en palabras y, luego, cómo se conectan con los sonidos que producen y su significado. Es así como leer no es únicamente un proceso visual, como se creyera en algún momento. Es también un proceso auditivo.

Un cambio importante que se da en el cerebro es en la “la caja de letras”, un área que se activa solamente en las personas que saben leer. Y se activa, además, solo para aquellas letras que uno reconoce como propias de su lenguaje. Por ejemplo, esta área del cerebro no se activará cuando una persona que solo lee en español, “lee” grafías de otros idiomas que desconoce, como Coreano.

No nacemos con la región del cerebro que nos permite leer, llamada la “caja de las letras”, sino que se forma en el momento en el que reconocemos palabras. Esa caja nace vacía, sin repertorio alfabético alguno, y cuando se desarrolla bloquea en parte la capacidad de reconocimiento visual para propiciar un aprendizaje más rápido de la lectura.

Ya se sabía que la corteza visual central, situada en la parte posterior del cerebro, contiene diversas regiones especializadas que se activan cuando reconocemos objetos, caras o lugares. En los seres humanos, estas regiones se modifican por el aprendizaje musical, de las matemáticas o de la lectura.

En los adultos que saben leer, existe también una zona específica de esa corteza visual central que se activa cuando miramos palabras escritas: se llama área visual de formación de palabras  del inglés Visual Word Form Area (VWFA) , también conocida como la “caja de las letras”.

Esta caja de las letras representa una etapa especial en el recorrido de una palabra, ya que solo puede desarrollarse a partir del aprendizaje de la lectura. Así, no existe en niños muy pequeños o adultos analfabetos; también es menos solicitada en personas con dislexia, que tienen una diferencia biológica respecto a la forma en que sus cerebros tratan el texto escrito.

Las palabras y letras se almacenan en esta caja de las letras y se memorizan individualmente, no como formas o modelos, sino como símbolos. Es por esta razón que un lector confirmado puede reconocer rápidamente una palabra.

Para determinar el significado y la pronunciación de una palabra, la información se mueve luego de la caja de las letras a los lóbulos frontales y temporales del cerebro. Estas son las mismas áreas que se activan cuando escuchamos una palabra; por lo tanto, están especializadas en el lenguaje y no solo en la lectura o escritura.


Implicaciones neurológicas

Durante esta etapa, la actividad cerebral involucra una red de regiones muy amplia, que se extiende más allá de la red de lectura que es la habitual del adulto.

Algunas regiones están involucradas con el movimiento de los ojos, otras con los procesos genéricos de la memoria y la atención; la red del lenguaje hablado también se activa intensamente.

A medida que la lectura se automatiza, la movilización de éstas áreas decrece; por esto, la automatización de la lectura debe ser un objetivo esencial del aprendizaje; sólo con ella, se consigue liberar las áreas genéticas de la corteza y dejarlas disponibles para otras actividades.

La automatización de la lectura. Es un proceso paulatino, que se extiende por varios años.

Al inicio del proceso, la decodificación se da tomando uno tras otro todos los elementos que forman cada palabra.

Más tarde, la palabra será decodificada toda de una vez gracias al análisis simultáneo de sus elementos; y ello es posible gracias a la activación de la caja de las letras. Las neuronas de la caja de las letras trabajan a la vez de manera simultánea sobre las diferentes partes de la palabra.

Consecuencias de la automatización. Con la automatización, hay otros factores  que no son el número de letras de una palabra  que influyen en la decodificación; es decir, las palabras frecuentes se reconocen más rápido que las raras o que los neologismos. La influencia de estos factores es una señal de que el niño comienza a desarrollar la segunda ruta de la lectura, esta que nos permite pasar directamente de la cadena de letras al significado de las palabras.

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Aprender a leer reorganiza el funcionamiento del cerebro

Científicos del Centro vasco sobre Cognición, Cerebro y Lenguaje en una investigación publicada en la revista Developmental Cognitive Neuroscience de febrero 2017, han descubierto cómo el aprendizaje de la lectura cambia el funcionamiento del cerebro para asumir esta nueva habilidad.

En concreto, se ha observado que la red neuronal encargada de decodificar el lenguaje oral, el área fronto-temporal del hemisferio izquierdo, se reorganiza durante el proceso de aprendizaje de la lectura y se activa también a la hora de descifrar el lenguaje escrito.

El estudio, realizado entre 2013 y 2016, contó con la participación de 38 niños vascos de 4-8 años con diferentes niveles de lectura. Se empleó la técnica de la magneto-encefalografía para saber cuándo y dónde se producía una actividad específica en el cerebro mientras los niños llevaban a cabo una tarea sencilla como leer, escuchar palabras o reconocer estímulos visuales.

Durante la prueba, los niños fueron expuestos a tres estímulos diferentes  60 palabras escritas en euskera, 60 palabras escuchadas en euskera y 60 dibujos de objetos en blanco y negro  y se comparó la actividad cerebral entre los niños que habían empezado a leer y los niños más mayores con un nivel de lectura más avanzado.

A medida que los niños mejoran su capacidad de lectura, las áreas del hemisferio izquierdo empiezan a tener más actividad mientras leen y el cerebro continúa desarrollándose. Los investigadores también han visto que saber leer aumenta la actividad de áreas relacionadas con la decodificación de representaciones visuales de objetos, de modo que adquieren también la competencia de vincular la representación visual de un objeto con las palabras y conceptos relacionados con el mismo.

El estudio permitirá a los investigadores comprender mejor cuáles son las consecuencias cerebrales de la falta de aprendizaje de la lectura y avanzar en la identificación de los problemas que impiden a algunos niños desarrollar una competencia de lectura adecuada.


Aprender a leer de adulto produce cambios profundos en el cerebro

Según investigadores alemanes del Instituto Max Planck de Psicolingüística y del Max Planck de Cognición humana y Ciencias del Cerebro, junto con científicos indios del Centro de Investigación Biomédica Lucknow y la Universidad de Hyderabad, en un estudio publicado en la revista Science Advances de mayo 2017, la lectura supone un reto enorme para el cerebro y sus efectos en el mismo son asombrosos, hasta el punto de que puede moldearlo y transformarlo profundamente, incluso cuando somos adultos.

Reorganización estructural del cerebro cuando comienza a leer

Leer es una capacidad tan nueva en nuestra historia evolutiva que no puede estar “grabada” en los genes. Cuando aprendemos a hacerlo, el cerebro debe pasar por una especie de “reciclaje”. Las áreas destinadas al reconocimiento de objetos complejos, como las caras, tienen que participar en la traducción de las letras. Y algunas regiones de nuestro sistema visual se convierten en “interfaces” entre lo que el ojo ve y el lenguaje.

La cuestión es que, hasta ahora, los científicos suponían que esos cambios se limitaban a la capa externa del cerebro, la corteza, que se adapta rápidamente a los nuevos desafíos. Pero resulta que la transformación que provoca abrir un libro y comprenderlo va mucho más allá.

Los investigadores descubrieron que cuando una persona adulta aprende a leer, el cerebro pasa por una reorganización que se extiende a estructuras profundas en el tálamo y el tallo cerebral.

Observaron que los llamados colículos superiores, una parte del tronco cerebral, y el pulvinar, situado en el tálamo, adaptan su actividad a la de la corteza visual. Estas estructuras profundas ayudan a nuestra corteza visual a filtrar información importante, incluso antes de que la percibamos conscientemente. Curiosamente, cuanto más tiempo pasen sincronizadas las señales entre las dos regiones del cerebro, mejores serán las capacidades de lectura. Creen que estos sistemas cerebrales afinan su comunicación cada vez más al tiempo que los estudiantes se vuelven más y más competentes en la lectura. Esto podría explicar por qué los lectores experimentados se mueven de manera más eficiente a través de un texto.

Mujeres analfabetas

El equipo obtuvo estos resultados en la India, un país con una tasa de analfabetismo de alrededor del 39%. La pobreza sigue limitando el acceso a la educación en algunas partes del país, especialmente a las mujeres. Por lo tanto, casi todos los participantes del estudio, treinta en total, fueron mujeres en su treintena. Al comienzo de la formación, la mayoría no era capaz de descifrar una sola palabra escrita de su lengua materna Hindi. Se trata de uno de los idiomas oficiales de la India, basado en Devanagari, una escritura con caracteres complejos que describen sílabas o palabras enteras en lugar de letras individuales. Las participantes llegaron a un nivel comparable al de un niño de primer grado después de apenas seis meses de formación.

Los investigadores dicen que, en principio, el estudio también podría haber tenido lugar en Europa. Sin embargo, el analfabetismo es considerado como un tabú en Occidente, por lo que habría sido inmensamente difícil encontrar voluntarios. Incluso en la India, donde la capacidad de leer y escribir está fuertemente conectada a la clase social, el proyecto fue un tremendo desafío, porque los retos logísticos eran inmensos.

Los científicos reclutaron a voluntarias de la misma clase social en dos aldeas en el norte del país para asegurarse de que los factores sociales no pudieran influir en los resultados. Los escáneres cerebrales (resonancia magnética) se realizaron en la ciudad de Lucknow, a tres horas en taxi de los hogares de las participantes.

Luz sobre la dislexia

Según los investigadores, los impresionantes logros de aprendizaje de las voluntarias no sólo proporcionan esperanza para los adultos analfabetos, sino que también arrojan luz sobre la posible causa de trastornos de la lectura como la dislexia, que se cree puede deberse a disfunciones en el tálamo, una parte del cerebro que se modificó en el experimento con solo unos pocos meses de entrenamiento en la lectura.

La increíble flexibilidad del cerebro humano es una buena noticia. Nunca es demasiado tarde para aprender una nueva habilidad. Puede que aprender cosas nuevas complejas no sea tan rápido ni tan fácil para los adultos como lo es para los niños, pero es posible. La investigación, viene a reforzar la idea de la increíble plasticidad del órgano que rige nuestras vidas y puede arrojar luz sobre algunos trastornos de la lectura, como la dislexia.


Descubren cómo el cerebro aprende a leer

Investigadores del CEA, del CNRS y del Collège de France de NeuroSpin, en un estudio publicado en PLOS en marzo 2018, han observado por primera vez cómo se modifica el cerebro humano durante el proceso de aprender a leer.

Lo han conseguido observando el cerebro de 5 niños y 5 niñas de seis años de edad durante un curso de la escuela preparatoria, en el momento de la vida en el que a los niños se les enseña a leer.

A través de la técnica de imágenes de resonancia magnética de su actividad cerebral, pudieron descubrir cómo se forma la región del cerebro especializada en el reconocimiento de palabras durante el aprendizaje de la lectura, conocida como la “caja de las letras”.

Lo que no se conocía hasta ahora es cómo se forma en los niños esa región específica del cerebro que nos permite interpretar textos escritos, y si esa lectura sustituye o toma el lugar de otra de las capacidades cerebrales de la corteza visual ventral.

Lo que descubrió esta investigación es que, en los niños, cada categoría de imagen observada visualmente activa, al igual que en el adulto, activa una región concreta de la corteza visual. Pero que eso no ocurre con las palabras.

Rincón específico para las palabras

Toda la investigación se desarrolló con niños que todavía no sabían leer. Observaron su actividad cerebral mientras aprendían a leer.

Cuando estaban en el escáner de resonancia magnética, tenían que mirar imágenes diferentes de casas, objetos diversos, rostros, palabras y números, y apretar un botón cuando aparecía ante ellos un personaje conocido de dibujos animados.

Cada una de las imágenes mostradas a los niños activa una región visual especializada, como en el adulto. Sin embargo, los investigadores observaron que las palabras activan una región diferente del cerebro, más sensible a las palabras que a las imágenes: la “caja de las letras”.

La caja de las letras no nace, se hace

Es decir, no nacemos con una “caja de las letras” que se activa cuando empezamos a leer, sino que se crea cuando se inicia el aprendizaje de la lectura. Concretamente comienza a formarse unos meses después del inicio del curso escolar en el que se enseña a los niños a leer.

Para otros niños, se forma incluso más tarde, una vez que ya han desarrollado algunas habilidades lectoras. Al año, la “caja de las letras” ya está perfectamente instalada en el hemisferio izquierdo.


Otro descubrimiento de esta investigación es que, cuando se forma, la “caja de las letras” está vacía, es decir, no contiene el repertorio alfabético necesario para la comprensión de las palabras leídas.

Eso significa, según los investigadores, que cuando un niño empieza a leer, su cerebro ya está preparado para el reconocimiento facial, pero sacrifica en parte esta capacidad a favor de la capacidad de lectura. En los niños que no aprenden a leer, se desarrolla antes el reconocimiento facial.

La investigación también descubrió que, una vez que se automatiza la lectura en el niño, la “caja de las letras” se implanta en una región del cerebro libre de toda especialización. Eso significa que, cuando aprendemos a leer, el cerebro no utiliza habilidades adquiridas para categorías visuales, sino que crea un rincón específico para las palabras.

Asimismo, los investigadores constataron que el desarrollo de la lectura en el hemisferio izquierdo  el del lenguaje oral  bloquea el desarrollo de la región cerebral que responde a las caras en ese hemisferio, contrariamente a lo que pasa en el hemisferio derecho.

Esta investigación ha constatado así que se enseña a leer a los niños en un momento de plasticidad de esa región cerebral, lo que aumenta su capacidad de respuesta a los rostros en un medio natural.

Eso significa que el momento escogido por el sistema educativo para enseñar a los niños a leer aprovecha las ventanas de plasticidad ofrecida en ese momento por el proceso de maduración del cerebro humano para permitir un aprendizaje más eficaz.

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Leer y escribir literalmente transforma nuestra mente, cuerpo y entorno

La escritura, como medio de comunicación, es un fenómeno cultural relativamente reciente. Se estima que el lenguaje tiene alrededor de 200 mil años, mientras que los sistemas de escritura tienen alrededor de 6 mil años. A diferencia de la adquisición natural del lenguaje que es espontánea, auto organizada y con poca supervisión, las habilidades de lecto-escritura se adquieren a través de un proceso extensivo de aprendizaje y práctica supervisada en ambientes escolares.

El lenguaje escrito es de facto un sistema metalingüístico que codifica y objetiviza el habla. La escritura sólo tiene sentido de existir si la lectura es posible.

La propuesta de la mente extendida nos dice que la cognición no sólo se localiza dentro del cerebro sino que se extiende al cuerpo y al mundo que nos rodea. El uso de la escritura como tecnología representa una especie de memoria externa que nos permite almacenar, indexar, clasificar y resumir información. Al hacerlo, no sólo se representa y se interactúa con la información de forma diferente, también se facilitan nuevas formas de resolver problemas.

Consecuencias de aprender a leer

Primeramente, logramos acceder al lenguaje a través de una nueva modalidad que es la visión. Siendo esta innovación tecnológica sólo recientemente generalizada, no podemos esperar que la evolución pudiese haber tenido tiempo de asimilar adaptaciones específicas para facilitar las habilidades de lecto-escritura, a diferencia, por ejemplo, de la adquisición del lenguaje hablado.

Las investigaciones demuestran que efectivamente existen áreas relacionadas con la visión y el lenguaje que se activan en respuesta a la lectura. En personas analfabetas, estas áreas desempeñan funciones de reconocimiento visual y de lenguaje; sólo a través del proceso de alfabetización estas áreas corticales se reorganizan y comienzan a cumplir funciones que facilitan la lecto-escritura.

En todas las culturas el aprender a leer reside en los mismos mecanismos cerebrales y genéticos, aunque hay factores culturales y ambientales que favorecen el proceso.

Aprenderá más fácilmente a leer un niño que tenga un óptimo desarrollo de la lengua hablada gracias a que se ha criado en un ambiente en el que se le ha hablado continuamente al igual que se le ha estimulado a hablar. Influirá positivamente en el aprendizaje de la lectura la más o menos capacidad del niño en reconocer los fonemas, el tamaño de su vocabulario hablado, etc.

Y como en cualquier proceso de aprendizaje también serán muy importantes la atención, la concentración, la motivación o la satisfacción alcanzada con la realización de la actividad. Por eso, al contar cuentos o leer libros con los bebés desde la más tierna edad, estamos favoreciendo todos estos aspectos que ayudarán después al niño en el aprendizaje de la lectura.


Todo indica que las innovaciones culturales como son la lectura y la escritura inducen tanto 
una reorganización funcional en el cerebro como cambios cualitativos en nuestras facultades 
cognitivas. En la actualidad, los aparatos electrónicos inteligentes nos permiten interactuar 
constantemente con el mundo exterior, de forma múltiple y paralela. Podemos saltar de una 
tarea cognitiva a otra fácilmente, inclusive hacerla casi de forma simultánea: es posible tener 
varios chats abiertos, escuchar música, leer, escribir, conversar o realizar alguna actividad motora.

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